domingo, 3 de octubre de 2010

LECTURAS DE LA TERCERA UNIDAD, para el Mapa Conceptual General

Ya en clase cada equipo expuso la lectura que eligió y ustedes tienen copia de los Mapas conceptuales que elaboraron, el siguiente paso es que cada equipo reuna esa información para elaborar un Mapa Conceptual que la sintetice, sin embargo, si ustedes tienen dudas respecto alguno de los temas, añado a continuación cada una de las lecturas:
1.- Supervivencia y transformación de la Agricultura Indígena:
La agricultura indígena mantuvo su importancia económica con cuatro especies de neto origen americano: el maíz, el maguey, fríjol y el chile.

La dispersión geográfica del maíz abarcó casi todo el territorio del virreinato, pero su concentración estuvo localizada en las zonas de más densa población aborigen: los valles de Atlixco, Puebla, Tlaxcala y México.

El maguey, tal vez la planta perenne más típica de México, destacó por su abundancia, excepcional resistencia a las variaciones meteorológicas, adaptación a cualquier tipo de suelos, en especial los de las zonas áridas donde la humedad era casi nula. Su primer y principal empleo era la elaboración del pulque. Del mismo aguamiel se preparaban otros productos similares al vinagre, miel y azúcar. Había plantas que rendían cerca de 500 litros de ese líquido.

Del fríjol y chile, ingredientes sempiternos de la alimentación popular, puede decirse que las numerosas variedades de uno y otro formaron parte del paisaje agrícola donde quiera que se asentara un núcleo de población en el cual figurara el indígena.

El algodón, la fibra que desde antes de la conquista utilizaron los indígenas para la confección de mantas y prendas de vestir, tuvo entre los españoles acogida favorable cuando aún el esquilmo de lana no bastaba a proveer de materia prima los obrajes.

Entre las regiones de productores, Yucatán mantuvo siempre su conducción de principal centro algodonero.

El cacao, fruto nativo, tuvo excepcional demanda a causa de que, preparado como chocolate, se convirtió en la bebida imprescindible de todas las clases sociales del virreinato.


2.- La Agricultura Europea en México.
La legislación se orientó a fomentar la inmigración de labradores peninsulares y dotarlos de las tierras más apropiadas para la agricultura. En líneas generales, la posición de la Corona en cuanto a la explotación agrícola de la Nueva España se mantuvo en una actitud de protectora expectativa. Dejó en manos de la iniciativa particular la introducción de semillas y plantas europeas, limitando su acción a dictar normas sobre la ocupación de la tierra y el fomento de determinados cultivos como el trigo la caña de azúcar en primer término. Como al aumento de la población blanca y mestiza correspondió una creciente demanda en el consumo del trigo, su cultivo recibió atención preferente.

En un principio el mayor centro productor fue le valle de Atlixco, que a fines del XVI rendía cosechas de 100 mil fanegas anuales. Le seguía el valle de San Pedro, poblado con labradores de Atlixco, con rendimiento de 70 a 80 mil fanegas. Hacia 1630, el primer valle citado disponía de unas 90 áreas de cultivo intensivo de trigo que daban 150 mil fanegas. Lo mismo puede decirse de San Pablo, aparte de otras regiones de Puebla y Tlaxcala que se fueron sumando a la producción triguera, como Amozoc, Tepeaca, Huamantla, Nopaluca San Juan de los Llanos. En los alrededores de la ciudad de México (Chalco, Tacaba, Tacubaya, Huehuetoca así como el cercano valle de Toluca), hubo bastantes tierras sembradas de trigo. En Michoacán, las zonas de clima más o menos templado de Zamora, Valladolid y Zacapu, proporcionaron cosechas de regular importancia. El Bajío fue otro centro agrícola en el que se asentaron gran número de labradores de trigo con resultados óptimos en Querétaro, Celaya, León, Silao, Apaseo, Irapuato Salamanca, Salvatierra, Valle de Santiago, etc. Los agricultores de Celaya recogían entre 17 y 18 mil fanegas en 1580. Al paso de los años los cultivos se intensificaron en forma tal que para mediados de la centuria sólo las tierras labrantías en torno a Salamanca aportaban 150 mil fanegas.

En la Nueva Galicia, a pesar del predominio de tierras de temporal, hubo lugares como Guadalajara, Amatitlán, Tlajomulco, Juchitlán, Tlala, Cmpostela, etc., donde el trigo se dio en apreciable cantidad aunque apenas suficiente para atender el consumo regional. La región de Oaxaca, especializada sobre todo en la cría del gusano de seda y la extracción de la grana o cochinilla del nopal, no destacó en producción triguera.

La caña de azúcar fue otro cultivo importado que la metrópoli trató de fomentar desde mediados del XVI.

Las grandes facilidades otorgadas inclinaron a muchos propietarios a cambiar la siembra de trigo por la de caña. El abuso que hubo en ello determinó que en 1595, 1599, 1601 y en lo sucesivo, se restringiera el servicio de los indios en las labores de los ingenios.

Buena parte de los capitales invertidos en la industria azucarera provinieron de las órdenes religiosas en forma de préstamos hipotecarios, pero en el siglo XVII ellas mismas pasaron a ser propietarias de ingenios.

En términos generales se aprecia que la siembra de caña y la consiguiente producción de azúcar tubo amplia difusión en la Nueva España y los demás territorios del virreinato.

Dos cultivos mediterráneos, el olivo y la vid, tuvieron un buen comienzo en la agricultura colonial, con marcada preferencia el segundo.

Una planta tintórea, el añil, fue cultivo exclusivo de los españoles. Su explotación comercial empezó en 1561 cuando Pedro de Ledesma y el Marques del Valle obtuvieron la concesión de industrializar el añil en la región de Yautepec. En el siglo XVII fue un artículo de exportación a España muy considerable.

Cultivo industrial de mayor rendimiento económico fue el del gusano de seda, cuya cría halló en la Nueva España las condiciones naturales más propicias que en cualquier otro lugar de la América española. El foco inicial estuvo en la región de Puebla, donde por 1550 sólo una finca podía contar 40 mil matas plantadas.

Se incrementó el cultivo de la grana o cochinilla del nopal. Geográficamente la grana suplantó a la de Oaxaca y partes de Yucatán, pero sin alcanzar su importancia como fuente de riqueza.

3.- La Ganadería
LA GANADERÍA

En el campo de la riqueza pecuaria la cultura indígena no ofreció a los conquistadores ninguna especie de ganado mayor o menor similar a las europeas. Pero esa carencia fue compensada muy pronto por las apropiadas condiciones climáticas, topográficas de los dilatados espacios de la Nueva España.

En el terreno humano, los menores cuidados que la ganadería necesitaba, a diferencia de la agricultura, lograron hacer del indio un elemento de colaboración menos difícil de aplicar que en las actividades de cultivo.



El lugar de origen de todas las especies europeas introducidas en la Nueva España fueron las islas Antillas: Cuba, Santo Domingo, San Juan de Puerto Rico, donde ya contaban con varias décadas de aclimatación. La rápida multiplicación del ganado caballar redujo al mínimo su precio e hizo posible que hasta los españoles y mestizos pobres dispusieran de caballo.

El cerdo pronto se propagó y quedó al alcance de todos. Las telas de abrigo exigidas por el clima de la meseta y la propia costumbre europea, hicieron que el ganado lanar u ovino ocupara lugar destacado en la incipiente economía colonial interna. La especie “merino”, por su fácil adaptación al medio, calidad y rendimiento de lana, se hizo indispensable para cubrir esa necesidad.

La primitiva unidad de tierra dedicada al ganado se incluyó en las normas relativas al reparto de tierras, por lo que corresponde a peonías y caballerías. Peonía era una porción de tierra de 50 pies de ancho y 100 de largo, 100 fanegas de tierra de labor de trigo o cebada, 10 de maíz, dos huebras (una era la extensión arable por una yunta en un día de labor) de tierra para huerta y 8 para cultivo de otros árboles, y tierra de pastos suficientes para 10 puercas de vientre, 20 vacas, 5 yeguas, 100 ovejas y 20 cabras. La caballería media 100 pies de largo y 200 de ancho, con equivalencia total a cinco peonías de tierras de ganado, labor y pastores, correspondía, en medidas métricas actuales, a 0.41 km2.

La cercana comarca de Toluca y aledaños acogió las primeras concesiones de estancias que constituyeron el núcleo del posterior movimiento migratorio del ganado hacia el norte.

Materia de constantes reclamaciones fue la invasión de destrucción de las sementeras indígenas por el ganado.

Medida encaminada a precaver los daños en labranzas y pueblos indígenas fue la de establecer la distancia que debía separar su propiedades de las estancias de españoles. Al efecto se promulgaron las Ordenanzas de 26 de mayo de 1567, modificadas por reales cédulas de 1687 y 1695. Por las primeras debía haber un espacio de mil varas entre las estancias y los poblados; las cédulas reales citadas alargaron la distancia a 1 100 varas, contadas desde la inglesa del pueblo de indios “y no desde la última casa como antes se practicaba”. Las reducciones de indios también quedaron amparadas contra la invasión del ganado.

Factor de suma importancia en el desenvolvimiento de la ganadería fue la extensión de los preceptos jurídicos peninsulares a las colonias sobre el usufructo común de tierras y pastos. El caso particular de las sementaras indígenas quedó incluido en la legislación local por la ordenanza de 6 de abril de 1576.

La institución de la Mesta que en España fue la asociación de dueños de ganado, en la Nueva España se distinguió por constituir igual tipo de gremio, pero formado por propietarios de estancias que a la vez lo eran de ganados, en otras palabras, poseían al mismo tiempo bienes raíces y semovientes. Al Cabildo de la ciudad de México corresponde el haber decidido establecer en 1529 una rudimentaria organización Mestal local, limitada a su extenso distrito territorial.

Con el paso del tiempo esas primeras ordenanzas sufrieron profundas modificaciones al irse acumulando una copiosa legislación, producto de resoluciones sobre casos generales o particulares no previstos en su texto o apenas percibidos en el momento de su promulgación.

El rodeo, la expresión más mexicana de la Mesta, aparece regulada en dos formas: la principal, desde el día de San Juan en junio hasta mediados de noviembre. Cada estancia debía hacer el rodeo semanal de ganado vacuno y caballar para separar las reses mezcladas; la otra forma, más limitada, obligaba a cada dueño de estancia de ganado mayor a tener un estanciero español por cada dos mil cabezas, más cuatro negros o indios, dos montados y dos a pie, que haría el mismo rodeo semanal.

El progreso de la ganadería adelante y con él la expedición de más y más mandamientos, órdenes y disposiciones virreinales que iban perfeccionando la organización de la Mesta, al punto de que se hizo obligada la compilación de toda aquella legislación dispersa en otro código de ordenanzas formulado en 1631 por el virrey marqués de Cerralvo.

El auge de la ganadería era palpable a mediados del siglo XVI. En 1553 parte de las estancias de la provincia de Jilotepec tenían entre 20 y 30 mil cabezas de ganado menor, aparte de vacas, yeguas y bueyes. En esa región, como en las de Toluca Tepeapulco, no era extraordinario que un ganadero tuviera 10 mil reses y mil yegua.

En el sureste, la Gobernación de Yucatán sólo criaba escaso ganado mayor. En el norte, la Nueva Galicia tenía la ganadería distribuida a ambos lados de una línea irregular que partiendo de la región de Guadalajara subía hacia Aguascalientes, Zacatecas.

A despecho de las cifras dadas como ejemplo de la fabulosa riqueza ganadera novo hispana, es necesario apuntar que su máximo aumento fue alcanzado a fines del XVI. A partir de 1580 más o menos se empezó a observar una reducción apreciable en la multiplicación del ganado.

La marca de reses puede ser otro elemento de comparación muy elocuente. La región de Guadalajara marcaba 23 mil novillos en 1594, pero en 1602 desciende a 8000 y en 1608 apenas 5000.

4. La Minería.

LA MINERÍA

El atractivo de los metales preciosos fue un factor importante en la conquista de la Nueva Zacatecas, descubierta en 1546, se pobló rápidamente; para 1548 tenía ya unas 50 minas en explotación, y se convirtió en la segunda ciudad más

importante de Nueva España, poblada por mineros y comerciantes. En 1552, las minas de Pachuca empezaron a explotarse con los sistemas más modernos de la época. En 1554 comienzan a explotarse las minas de Guanajuato. Más al norte que todas las anteriores, a partir de 1567, se inició la explotación de las minas de Indé y Santa Bárbara, situadas a más de 700 kilómetros de Zacatecas y 1 500 de México. En 1592, surgen los yacimientos de San Luis Potosí, para 1593-1603 y 1609 se descubren los filones de sierra de Pinos y Ramos.

Los recursos técnicos de los españoles hicieron posible la gran explotación minera.

Los mineros debían pagar el Real Quinto, pero en los minerales de plata se pagaba, a diferencia de los peruanos, el diezmo (1/10, en vez de 1/5), debido a la carestía del azogue en Nueva España.

El trabajo en las minas era el más peligroso y duro; las condiciones y la técnica de las minas lo hacían muy riesgoso y los trabajadores no respondían a los estímulos. La disminución de la población indígena superó todas las posibilidades de crear la mano de obra estable.

La explotación de yacimientos de Nueva España estuvo de acuerdo con el oscilante monopolio peninsular. La irregularidad de los suministros hizo que se adoptara el procedimiento de repartir equitativamente los azogues por mano de oficiales reales entre los mineros.

Un balance certero de la minería novo hispana del XVII es prácticamente imposible debido a la escasez y a la incertidumbre de datos confiables.

Pueden destacarse algunos hechos generales: la bonanza minera de los años inmediatamente posteriores a la conquista (que comprendieron principalmente el oro lavad) no se alcanza con la plata a finales del XVI ni en la mayor parte del siglo XVII, a pesar de los numerosos yacimientos que se descubren. A mitad del XVII, la producción de plata se reduce tanto, que la economía de Nueva España se repliega dentro de sus fronteras, y en este territorio se localizan economías autosuficientes, cerradas al tráfico marítimo con la metrópoli.

Paralelamente se disminuyen los envíos de plata a la Península; y este fenómeno se explica no sólo por la contracción de la actividad minera, sino por la inevitable necesidad de dedicar la producción metálica al sostén de la administración del virreinato, su defensa y apoyo económico de las islas del Caribe con los “situados”, destinados en principio a gastos militares (construcción de puntos de defensa y pago de guarniciones)


Profa. Maldonado Figueroa Graciela
5. Los Charros.
CHARRO SIN SARAPE, NI ESPUELA, NI CUARTA, MAL RAYO LO PARTA.

Durante el virreinato, los vaqueros expertos que se desempeñaban en rodeos y capaderos desarrollaron un traje propio, nacido del que utilizaban los aldeanos de Salamanca, de quienes se tomaría el nombre de charros. Hacia finales del siglo XVIII, este atuendo se adornaba con bordados, filigranas, repujados, herrajes con oro y platas, y en el siglo XIX se definió como un traje de pantalón Ajustado, camisa, chaqueta corta, botas, sarape, sombrero y espuelas. Los pantalones cuando eran cerrados, se llamaban pantaloneras, y cuando se abotonaban, calzoneras. El antecesor del charro que conocemos ahora fue el chinaco, que vestía del calzonera de cuero sobre un pantalón de manta, una cotona o capa lisa y un sombrero de copa redonda con cuatro pedradas y toquilla de cuerdas en forma de chorizo, botas de gamuza en forma de tubo, lanza y reata. La primera versión del sombrero era versión era muy parecida a la que usan los picadores de la plaza de toros.

A lo largo del siglo XIX, las antiguas castas coloniales se fueron transformando en tipos populares caracterizados por su actividad: el aguador, el lépero, el evangelista, el tlachiquero, la enchiladera, o la china poblana, de indumentaria variada y colorida. Los vendedores que pregonaban sus mercancías vestían de manta, camisa, cotón o sarape corriente, sombrero y huaraches. Las mujeres lucían enredo y blusa bordada y en el rebozo cargaban sus viandas. Los léperos y pelados (porque andaban desnudos) se resignaban al calzón corto, camisa raída y sarape de jerga. Entre la desnudez popular brillaban los trajes europeos de las clases pudientes y el atuendo lujoso de los altos clérigos; el bajo clero vestía pantalones chaqueta de lana negra barata.

En calles e iglesias cundían los cojos, ciegos, mancos, tullidos y leprosos, pidiendo caridad, que al anochecer sanaban milagrosamente. En época de lluvias, llamaban la atención los tamemes que, por una pequeña cuota, trasladaban a los patrones de una acera otra de las calles inundadas para que no se mojara su fino calzado o vestimenta, pro0vistos de su antiguo prehispánico mecapal. Al comenzar la industrialización, los artesanos, los jornaleros y obreros citadinos trocaron el calzón por el pantalón. En el campo se organizaban saraos en donde charros y chinas bailaban jarabes, frente a los policías vestidos de traje azul de paño y los músicos de camisa, pantalón de cuero y sarape.

6.- La Ciencia en la Nueva España.
PROPÓSITO
Es de suma importancia que los alumnos conozcan los avances científicos que se dieron en la Nueva España, de la influencia del Despotismo Ilustrado y de las instituciones que se crearon y contribuyeron al auge de la ciencia en este periodo colonial. Este impulso se extendió a otras ciudades, como Puebla, Guadalajara y lo que hoy es Morelia.

INTRODUCCIÓN
La difusión de la ciencia y la tecnología moderna recibió un fuerte impulso durante la segunda mitad del Siglo XVIII. Las pequeñas comunidades científicas de la Ciudad de México, Puebla, Guadalajara y Valladolid (hoy Morelia), entre otras ciudades, conocieron en este tiempo la mecánica celeste de Newton, la taxonomía animal de Linneo, la nomenclatura química de Lavoisier y las teorías de la electricidad. Estos conocimientos permitieron que los estudios, antes restringidos a la matemática, la geografía y la astronomía, se abrieran a los nuevos aires que habían transformado la botánica, la zoología, la medicina, la metalurgia, la geología y la estadística. En consecuencia, se aplicaron técnicas modernas en la industria, como la máquina de vapor, la mecanización textil y el uso de catalizadores para amalgamar la plata.

AVANCES CIENTÍFICOS

Estos avances fueron creados bajo la inspiración del despotismo ilustrado, algunas instituciones contribuyeron al auge de la ciencia en la Nueva España. Entre éstas cabe destacar el Real Seminario de Minería y el Jardín Botánico. El español Fausto Elhúyar, decubridor del tungsteno, aparte del ser miembro fundador de la Escuela de Minas, promovió desde su cátedra la aplicación de la química a la minería. Uno de sus más cercanos colaboradores, el químico Andrés Manuel del Río, puso a circular entre sus alumnos su Manual de orictognosia, en el que difundió las novísimas técnicas del beneficio de metales. El Jardín Botánico, fundado por el botánico español Vicente Cervantes, en colaboración con los médicos Martín de Sessé y José Mariano Mociño, se ubica en los patios del Palacio Virreinal. Los herbarios acumulados por estos botánicos constituirían un aporte decisivo al conocimiento de la flora novohispana. También favorecieron la modernización del saber en la Nueva España los viajes de exploración científica, financiados por los Borbones, de Sessé y Mociño, así como el de Humboldt y Bonpland.
La geometría y la astronomía, que contaban con cierta tradición en el virreinato, recibieron también gran impulso. En estas ciencias destacaron científicos criollos, como Joaquín Velásquez de León, quien escribió notables observaciones sobre el paso de Venus por el disco del sol y calculó la longitud y latitud del Valle de México. Su amigo Antonio de León y Gama, comentarista de Kleper, Copérnico y Newton, hizo valiosas descripciones de fenómenos celestes, como el eclipse de sol de 1778. A su lado aparece la figura del criollo José Antonio Alzate, célebre por sus documentadas Gacetas de Literatura, en las que difundió los últimos conocimientos europeos. Alzate concentró su atención en la farmacopea, la medicina, la electricidad, la química, la ingeniería, la zoología y la arqueología. Fue sobre todo, un divulgador científico, cuya obra lleva la marca del enciclopedismo europeo.
La difusión de la ciencia moderna se enfrentó en la Nueva España al escolasticismo, predominante en el medio académico. Entre aquellos que más lucharon por el cambio, resalta la labor del filósofo michoacano Benito Díaz de Gamarra. Su obra, Elementa recentioris philosophiae (1774-9, que logró imponerse como libro de texto en la Real y Pontificia Universidad de México, promovía una abierta explicación de los métodos modernos en al ciencia. Para Díaz de Gamarra, la naturaleza no debía estudiarse a través de especulaciones abstractas, como la teología medieval, sino mediante la observación y la experiencia.
7. Sociedad y Cultura en el México Borbónico.
PROPÓSITO
La riqueza artística que se desarrolló en la Nueva España fue amplia y muy variada, hoy todavía podemos ser testigos de esa imaginación tan rica, en todo el territorio. Hay muestras de esa amalgama de pensamientos artísticos de dos fuentes principales la indígena y la española. Hoy los estudiantes pueden estudiar esas riquezas en los museos, las iglesias, los edificios civiles y las plazas públicas.

INTRODUCCIÓN
Una manifestación de gran esplendor en la Nueva España fue la producción de arte principalmente de carácter religioso, aunque también lo hubo civil, pero se distinguió de manera desbordante el primero y una de estas grandes manifestaciones fue el estilo Barroco, que dejó muestras importantes en la arquitectura, en la pintura y en la escultura.

La Nueva España Barroca
La cultura del Barroco comenzó en Europa en el siglo XVII y pronto llegó a las colonias de ultramar. Esta corriente artística, durante mucho tiempo, estuvo reservada únicamente al conjunto de características formales de la obra de arte; luego se amplió al campo literario y hoy se acepta como la forma de definir todo un estilo de vida y el conjunto de valores que lo inspiraba. Por extensión, incluso, se habla de monarquía barroca (la absolutista), economía barroca (el mercantilismo) y mentalidad barroca.

Los artistas del barroco pensaron su obra en íntima conexión con la sociedad en que actuaron. Por debajo del aparente realismo, la estética barroca trataba de fundamentar la bondad de los marcos sociales, la adecuación de los esquemas políticos y de defender los postulados de una ética conservadora. El resultado fue un arte y una literatura formalmente intensos, sensuales, llenos de ingenio y teatralidad, pero también de hondura estremecedora y, a veces, de una noble desesperación. Una cultura, en suma, compleja, racional e irracional a la vez, que buscaba emocionar a la sociedad para convencerla de la justicia del sistema existente y de la necesidad de obedecer las instituciones, y que acabó a menudo siendo arrastrado por la propia sociedad.

En la cultura barroca se pueden distinguir dos niveles. En uno de ellos encontramos el esfuerzo por mejorar la imagen que la sociedad tenía de sí misma al acompañarse con los modelos estéticos e intelectuales que le ofrecía el Renacimiento. Frente a la suma perfección total que aquél había exigido, los artistas barrocos ofrecieron temas y modelos aparentemente reales, en los que la sociedad se reconocía y se gustaba. Este esfuerzo por elevar la naturaleza humana y acercar incluso lo abstracto religioso a lo cotidiano de la sociedad, también tenía una vertiente laica: recabar la dignidad superior hasta para los más desgraciados.
Hubo, sin duda, una cierta programación dirigida (que ha valido al barroco el apelativo de “primera cultura de masas”), surgida del convencimiento de que era más fácil educar al hombre a través de la emoción que de la razón.

También el barroco en la Nueva España reprodujo la riqueza enorme de sus minas, el apogeo de sus ciudades, en especial Puebla, Guanajuato, Zacatecas, Oaxaca, San Luis Potosí y claro no podía faltar Ciudad de México.

NEOCLÁSICO

Como reacción contra las formas alambicadas del Barroco, a finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX la Academia de San Carlos propugnó por el arte neoclásico, que se afanaba en recuperar las antiguas formas grecorromanas, encarnación del equilibrio y la serenidad de la razón.

El neoclasicismo se popularizó enormemente y prevaleció en México hasta 1810 entre las clases adineradas. Pasada la guerra de Independencia, la Academia de San Carlos pasaría por un época de crisis; por ello, la pintura mexicana de la primera mitad del siglo XIX sería obra de los artista extranjeros que llegaron a México atraídos por su historia, naturaleza, arqueo logía, vida y costumbres, a los que sumaban las pinturas de bodegones, mercados, peleas de gallos o sucesos de chinacos, de pincel anónimo y popular. Al nuevo país llegaron los “artistas viajeros”, dibujantes o científicos europeos cuya curiosidad los llamaba a retratar las ciudades, la naturaleza mexicana en pinturas, acuarelas, dibujos, estampas, libros e instrumentos que descubrían su paisaje, su tipología, su historia y costumbres.


LOS MINIATURISTAS

En la Edad Media, los monjes decoraban los manuscritos con cinabrio rojo, un óxido de plomo llamado minio. Esta técnica se empleó después en pinturas muy pequeñas, que se terminaron denominando miniaturas. Los miniaturistas solían pintar con pinceles finos y puntiagudos en superficies de tan diversa naturaleza como el dorso de un naipe, un pergamino, metal, tela, madera y marfil. Estas miniaturas que cabían en la palma de la mano, las encargaban los clientes ricos para exhibirlas en acontecimientos sociales; sus temas eran bodegones, paisajes, escenas costumbristas, cuadros religiosos elaborados en óleo sobre lámina recreados a santos con ángeles, alegorías, monumentos sacros, decoraciones para teatro de hasta cuatro por cinco centímetros en forma de camafeo y, por supuesto, retratos.

Estos últimos se enmarcaban, por lo general, en un círculo o un óvalo; se utilizaban como piezas de adorno personal o como objeto de regalo, ya que se montaban como joyas; incluso decoraban las tapas de los relojes. Estas obras son extraordinarias por la exquisitez del detalle y el cromatismo, y por la habilidad con que conseguían captar el carácter de su modelo.


8.- Movimientos de Resistencia ante la Dominación Española.
PROPÓSITO

La conquista se dio por las armas y las órdenes religiosas continuaron con la pacificación del reino, pero las inconformidades sociales se mantuvieron a lo largo de los trescientos años, el mismo hijo de Hernán Cortés, Martín inició la primera rebelión contra los españoles y así se fueron encadenando las inconformidades hasta que en 1810 se inicia la rebelión generalizada. El alumno podrá hacer un seguimiento de los procesos históricos que tienen una larga continuidad.

INTRODUCCIÓN
Nueva España, colonia preferida de España, en donde ésta dejó en todos los ámbitos una huella decisiva de su presencia, vivió en el siglo XVIII una época de esplendor que con toda razón se llamó su siglo de oro. Con una extensión de más de cuatro millones de kilómetros cuadrados, que iban desde los extremos límites de California, Nuevo México y Texas hasta América del Centro, ocupados por una población mayor de seis y medio millones de habitantes, mal distribuidos y diferenciados social, económica y culturalmente, mantenía una organización política, administrativa, judicial y religiosa tan importante para su metrópoli como perjudicial a la movilidad socioeconómica de los mexicanos.

Si las reformas borbónicas aportaron un auge cultural considerable, ellas produjeron un bloqueo a los anhelos igualitarios y democráticos de núcleos relevantes, principalmente de los criollos, y una forma segura y eficaz de aprovechar mejor los recursos económicos novohispanos a favor de la Corona y su política europea.


LA INCONFORMIDAD SOCIAL

Su población, fruto de tres razas diversas, en estadios culturales diferentes y detentando una de ellas, la europea, el poder político y la fuerza económica, las otras estaban a ellas sujetas. La sociedad era en rigor de tipo estamental con poca movilidad y la constituían: “los que nada tienen y los que lo tiene todo”. Los europeos manejaban la mayor parte de la riqueza del país y unidos a numerosos criollos, estaban ligados a la política e intereses económicos de la metrópoli. Los criollos poseedores de una mejor preparación cultural, despierta inteligencia, estrecho apego a la tierra y sentimientos nacionalistas, mostrábanse celosos de los europeos. Los mestizos que por su fortuna y cultura distinguíanse, seguían la suerte del padre. Los que no, disminuían en categoría y sumábanse a las castas, descendientes de negros y blancos o de indios y negros, y las cuales representaban el escalón más bajo de la sociedad. Sus posibilidades de mejoría eran escasas y sus derechos eran casi nulos. Entre ellas la esclavitud era frecuente. Sin cultura, con una economía muy lánguida dependían en lo absoluto de las clases dirigentes; mas su carácter osado y levantisco les convertía en peligrosas. Su número era superior al millón. Las castas y los indios representaban el mayor porcentaje de la población y de las primeras procedían cerca de nueve mil esclavos ocupados en el servicio doméstico, como capataces, y en ciertos trabajos que ameritaban su utilización, frente a un aumento de la población indígena cuya fuerza de trabajo era más barata.

Los conflictos sociales, provocados por los abusos y condiciones laborales injustas y aflictivas, así como las rebeliones indígenas no fueron extrañas a esta época (entre 1607 y 1612). El Negro Yanga encabezó un movimiento de rebelión en Veracruz y Puebla, en 1612 se amotinaron unos negros en la Ciudad de México, en 1692 se dio el tumulto de la ciudad de México por escasez de granos de maíz, donde destruyeron e incendiaron el Palacio Virreinal. Durante el siglo XVII en las regiones de Topia, Taraumara y Nuevo México se llevaron a cabo múltiples rebeliones que expresaban la oposición y la afrenta a quienes veían, en la colonización española, la destrucción de sus formas de vida y la invasión de su territorio. Las huelgas y conflictos de los mineros del Real del Monte en 1766, los de San Luis Potosí en 1767 y Guanajuato y Pachuca en 1776 reflejan tensa situación que se agravó día tras día.

Culturalmente se había llegado a una madurez de la conciencia mostrada en amplios grupos esparcidos por todo el territorio, pero principalmente en aquellas provincias y regiones en las que existían centros educativos destacados: México, Puebla, Valladolid, Guadalajara, Mérida, Monterrey, Saltillo, de las que surgió un pensamiento a la reforma científico-filosófica y también política.

El acrecentamiento de un sentimiento nacionalista favorecido por ciertos factores imprimió su tónica en los ideales de varias generaciones, las cuales se hicieron eco y se aprovecharon en su favor, el descontento que en capas más bajas del país latía, por la miseria, el desigual reparto de la tierra, la carencia de fuentes de trabajo y varias condiciones de las existentes, así como las limitaciones para incorporarse a ciertas formas productivas.

La influencia de la ilustración europea, los ejemplos de la independencia de las colonias inglesas de Norteamérica, la Revolución Francesa, la independencia de Haití, sirvió a los americanos en mayor o menor grado para aclarar sus ideas, recuperar las tesis tradicionales defensoras de la libertad que habían sido olvidadas, crearles una conciencia de progreso, de libertad, de dignidad humana y para colocarles en un plano desde el que podían tratar igualitariamente en lo político y en lo cultural, no sólo con los espíritus esclarecidos de la Europa de esa época, sino con el Estado español. La ilustración al propio tiempo que vivificó el espíritu de los americanos con las nuevas ideas, reforzó su sentimiento optimista y sus deseos de cambio.

La atmósfera ideológica de finales del siglo XVIII, que en ciertas regiones del país, como el Bajío, se hizo más patente, fue precisando dos ideas fundamentales: emanciparse políticamente de una metrópoli descuidada y cada día más urgida de recursos y la cual excluía a los americanos; y liberarse de las trabas sociales que pesaban sobre la mayor parte de la población.
Los hombres que desde distintos ángulos promovieron conscientemente e inconscientemente la emancipación, anhelaban un mejoramiento social y económico que afianzara el progreso material bajo un régimen político liberal que lo hiciera posible, régimen que ellos se darían y no se les impondría de fuera. Emancipación política y emancipación socioeconómica, fueron los móviles de la guerra de independencia.
9.- Rebeliones y Alzamientos Indígenas y Populares:
Si vemos la etapa colonial como un proceso que se inicia con la conquista y acaba con la consumación de la independencia, entonces nos será más fácil entender la afirmación de que a medida que se consolidaba la nueva sociedad, también se definían las formas de lucha social que le serían características. Así, en una primera instancia predominó la lucha entre indígenas conquistados y españoles conquistadores, que se fue desplazando hacia el norte y algunas regiones no conquistadas del sur. En cambio ahí donde las nuevas relaciones económicas y políticas se habían estabilizado, fueron apareciendo nuevas contradicciones que se reflejaron en las luchas de otros sectores sociales: campesinos, indígenas, negros o mestizos y sus explotadores; entre trabajadores de la ciudad y clases propietarias; entre sectores medios y clases dominantes, etcétera21.

Esto significa que son falsas las tesis hispanistas que han querido ver a la etapa colonial con tonos idílicos, rosados, como si hubiera sido una era de civilización y piedad de unos con otros; una verdadera siesta colonial de tres siglos:

Desde su nacimiento, la existencia de la sociedad novohispana presenta antagonismos profundos de orden social, económico y político, originados en las desigualdades de riqueza y en los privilegios políticos y jurídicos de los grupos detentadores del poder. Conspiraciones, tumultos, alzamientos, rebeliones violentas, etc., fueron constantes en el periodo colonial. En dichos movimientos participaron indios, negros y castas. Pero también ocurrieron rebeliones de españoles e insurrecciones y conspiraciones de criollos y euromestizos22.

Por razones del desarrollo del programa, en este apartado solo trataremos de las rebeliones que se efectuaron hasta finales del siglo la primera mitad del siglo XVIII.


Las rebeliones rurales

María Luisa González Marín, en un estudio acerca de las rebeliones indígenas, clasifica en dos tipos a las comunidades: las nómadas atrasadas y las agrarias sedentarias23.

Las primeras son predominantemente norteñas, situadas en la zona de Aridoamérica, donde como vimos, se establecieron minas, estancias ganaderas, haciendas y también congregaciones. Su forma de lucha es abiertamente violenta; pues en general se pelea contra cualquier forma de dominación hispana, incluyendo la rebelión contra los religiosos.

Por su parte, las comunidades agrarias sedentarias, situadas en Mesoamérica, estaban acostumbradas a tributar a ciudades como Tenochtitian, Tlaxcala y otros, por lo que su rebelión se dio, en general por los despojos de tierra de que fueron objeto, o bien por abusos de los españoles.

En el norte, los antiguos chichimecas se rebelaron continuamente. De sus movimientos rebeldes mencionamos sólo los más destacados:

1541. Sublevación de indígenas de Nueva Galicia en Mixtón. Se niegan - a pagar tributos y a reconocer a los encomenderos de Tepic, Tlaltenango, Rio de Juchilapa, Nochistián y Teocaltiche. La rebelión llegó a sitiar Guadalajara y se extendió más hasta que el virrey Antonio de Mendoza la combatió. La lucha decisiva se efectuó en Nochistián, en donde cerca de 60 000 indígenas lucharon hasta- la muerte e incluso prefirieron arrojarse a los precipicios antes que rendirse. El resultado fue la derrota indígena y que 5000 indígenas fueran conducidos a la ciudad de México en calidad de esclavos.

1561. Se rebelan indios zacatéeos y guachichiles en lo que hoy son Zacatecas, San Luis Potosí y Jalisco. El movimiento se extendió y dejó sitiado el centro minero Real de Zacatecas. Fueron derrotados primero los zacatéeos, con ayuda de varias tribus comandadas por españoles.

1606. Rebelión de tarahumaras y tepehuanes. Son muertos 15 555 indígenas, además de un número importante de religiosos y soldados españoles. En 1616 y 1617 se vuelven a sublevar los mismos grupos indígenas.

1621. Rebelión de los indios tobosos y tribus aliadas: conexes, ococlomes, cocoyames, etc. El motivo: que se les obliga a ser sedentarios para el trabajo en las haciendas del Valle de San Bartolomé. Los indígenas llegaron a atacar dos reales de minas: Mapimí y Parral.

1622. Rebelión de los yaquis en alianza con los ocories y los zuaques.

1632. Levantamiento de varias tribus de Sinaloa.

1652. Nueva rebelión tarahumara, con ayuda de otros pueblos indígenas. Los indígenas destruían minas y haciendas, amenazando incluso la consolidación del dominio español en esa región. Hubo nuevas revueltas en 1689, 1690, 1694, 1696 y aún durante el siglo XVIII.

1665. Rebelión de conchos, sobas y pimas.

1680. Se realiza la rebelión más larga de la Colonia. Las tribus habitantes de Nuevo México (taos, pecuries y tehuas) asaltan San Cristóbal y expulsan a los españoles, negándose a pagar tributo. Mantienen su independencia durante 12 años, pero la rivalidad tribal los debilitó, ayudando a la reconquista.

A partir del siglo XVIII baja la frecuencia de las rebeliones en la zona noroeste, debido a que varias tribus han sido aniquiladas. Sobreviven sólo los pueblos más cohesionados y numerosos, como los yaquis, los tarahumaras y los seris. Hay rebeliones en 1701 (reino de Nuevo León),

1720 (indios conchos) y 1750 (pimas y seris).

Las principales rebeliones de las comunidades agrícolas sedentarias, fueron:

1523. Se levantan los indios de la Provincia de Panuco.

1524-28. Hay sublevaciones en Oaxaca (mijes). Son asesinados los cobradores de tributos, y la rebelión se extiende hasta Chiapas.

1524. Se sublevan los indígenas de la Provincia de Chiapas.

Nuevamente los excesivos tributos es una de las causas principales.

1544. Nueva sublevación en Oaxaca.

1660. Tiene lugar una más extensa rebelión en Oaxaca. Los indígenas incendiaron dependencias del Gobierno e invitaron a otros pueblos a unirse contra la dominación hispana. Incluso se formó un gobierno comunal. Finalmente esta rebelión fue derrotada24.

Hasta aquí hemos hablado de rebeliones indígenas. Pero hubo también formas de lucha de otros sectores de la sociedad novohispana:


Junto a las formas de lucha que habían predominado en el siglo XVI, aparecieron otras nuevas. Los trabajadores indios y negros no sólo se remontaban a zonas inhóspitas, huyendo de sus amos, o bien litigaban contra ellos aprovechando las posibilidades que ofrecían las leyes, sino que apelaban cada vez más a la revuelta, el bandidaje, el tumulto e, incluso, a la rebelión masiva y prolongada. Además, los choques se hicieron más frecuentes y se extendieron por todo el país. Se puede decir, sin temor a exagerar, que no pasaba un quinquenio sin que se produjeran importantes luchas en una u otra región25.


Hubo luchas de los negros; por ejemplo en 1537 tuvieron lugar las primeras y a principios del siglo XVII varios grupos de esclavos que habían huido de los ingenios y haciendas, aparecieron en algunas partes del camino entre Veracruz y Puebla, atacando a los viajeros y amenazando a los pueblos vecinos. Lo mismo ocurría hacia las costas del Pacífico.

Los españoles usaron un término (ofensivo, como siempre) para designar a los negros que huían y se internaban en bosques y selvas: les llamaban cimarrones, exactamente como a los animales domésticos que se volvían salvajes.

En las sierras de Puebla y Veracruz destaca en 1608 la rebelión de Yanga, quien había sido jefe en África y que por lo mismo dirigía un grupo importante de negros concentrados en una aldea de ochenta familias. Se lanzó contra ellos una fuerza de doscientos españoles y doscientos arqueros tlaxcaltecas que no pudieron vencerlos y aceptaron la negociación. Ellos respetarían la libertad a cambio de que los rebeldes va no atacaran a los viajeros y se les asignó un sitio para que se estableciera en el hoy estado de Veracruz. Hoy día este lugar lleva el nombre del jefe de la insurrección. Yanga.


Motines urbanos

En 1609, el entierro de una esclava negra, que había sido flagelada hasta la muerte por su amo, fue causa de una violenta protesta en la ciudad de México. Participaron en el tumulto cerca de 1500 negros y mulatos, quienes apedrearon la casa del asesino y protestaron frente al plació del virrey.

Según los españoles, a partir de ahí comenzó a organizarse una conspiración negra cuyo objetivo era asesinar a todos los blancos y poner en el trono novohispano a un rey y una reina angoleños.

La culminación de estos hechos fue una violenta represión. Te pedimos que leas el siguiente texto:

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