domingo, 26 de septiembre de 2010

Dirección para descargar el programa de MAPAS CONCEPTUALES

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TERCERA UNIDAD.- TEMAS A ELEGIR

La agricultura europea en México.

Supervivencia y transformación de la agricultura indígena.

La ganadería

La minería.

Movimientos de resistencia ante la dominación española

Rebeliones y alzamientos indígenas y populares.

Sociedad, cultura y vida cotidiana.

Los charros.

La ciencia en la Nueva España-

Sociedad y cultura en el México borbónico.

GUIA PARA LA VISITA AL MUSEO DE ANTROPOLOGÍA

VISITAR:
SALA OLMECA, SALA TEOTIHUACANA Y SALA MEXICA (en ese orden).

Ø Antes de asistir a la visita al Museo deben leer y analiza )siguiendo el método que ya estudiamos de cómo leer un texto histórico, subrayando con 3 colores, etc) el subtema “la forja de una civilización” del texto de Bonfil Batalla México Profundo, que se anexa a continuación y deben definir el concepto civilización.

Introducción
Ø A partir de la revolución agrícola en la región de Mesoamérica (entre 7500 y 5000 años antes de Cristo) los grupos humanos que habitaron este hábitat, iniciaron un acelerado proceso de transformación y cambio que se expresa en un creciente dominio sobre su medio ambiente, así como una mayor complejidad en las formas de organización política, distribución y apropiación de los excedentes, su cosmovisión del mundo y los complejos urbanos creados por ellos; conformaron una civilización original.
El Problema:
Ø ¿La civilización mesoamericana desapareció con la derrota de los Mexicas ante los conquistadores españoles?

Visita al museo
Vocabulario
Museografía parte de la museología, ciencia que estudia los museos, se enfoca a la exposición de los materiales a exhibir en un espacio determinado.
Museo de sitio museo que se establece en la misma área de donde se encontraron los vestigios
Zona Arqueológica área que corresponde a una asentamiento con vestigios arqueológicos.
Cerámica arte de fabricar objetos de diferentes materiales, entre ellos, barro, loza y porcelana.
Estuco Pasta hecha con cal y un aglutinante (por ejemplo, la baba de nopal) con la que se preparaban esculturas muros y pisos para después pintarlos

Ya estando en el museo
v Registran en una tarjeta el mensaje que despide al visitante, grabada en el enorme paño interior de la fachada, sobre sus puertas de acceso.
v Con relación a las salas a visitar observan con detenimiento las maquetas (su disposición y orientación geográfica) qué representan los centros urbanos de cada una de las culturas a observar.
v Señalan claramente la ubicación espacial y temporal de las culturas que serán visitadas.
v Registran los objetos y expresiones religiosas ligadas con la agricultura.
v Observan objetos producto del tributo que imponían y del comercio que tuvieron con otros pueblos, a quienes llegaron a dominar. Trazar un mapa donde se exprese las zonas que dominaron, así como las rutas comerciales y tributarias.
v Identifican objetos relacionados con ritos funerarios, el sacrificio humano y la guerra.

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LECTURA.

LA FORJA DE UNA CIVILIZACIÓN

Nuestro territorio, como los territorios de casi todos los países del mundo, han visto transitar, surgir y desaparecer en él, a lo largo de milenios, una gran cantidad de sociedades particulares que podemos llamar, en términos genéricos, pueblos. Pero, a diferencia de lo que ocurrió en otras partes, aquí hay una continuidad cultural que hizo posible el surgimiento y desarrollo de una civilización propia.
Según la información disponible, hace por lo menos 30 mil años que el hombre habitaba en las tierras que hoy son México. Los primeros grupos se ocupaban en la cacería y la recolección de productos silvestres, Unos parecen haberse dedicado a cazar las grandes especies de la fauna desaparecida, como el mamut, el mastodonte, el camello y el caballo, en tanto que otros, probablemente por las condiciones del medio en el que se movían, cazaban o pescaban especies menores y dependían más de la recolección. La gran fauna desapareció del territorio mexicano aproximadamente 7 mil años antes de nuestra era, tal vez debido a cambios climáticos que le impidieron sobrevivir. De aquellas bandas se han encontrado restos fósiles, utensilios de piedra y algunas armas directamente asociadas con esqueletos de los grandes animales que mataban. Eran grupos nómadas que requerían de un territorio muy amplio para asegurar la subsistencia y vivían en cuevas y abrigos temporales que abandonaban a poco tiempo de ocuparlos.
La reducción de la fauna y la mayor dependencia de la recolección influyeron seguramente en el inicio de un proceso fundamental: la domesticación y el posterior cultivo de las plantas. La civilización mesoamericana surge como resultado de la invención de la agricultura. Éste fue un proceso largo, no una transformación instantánea. La agricultura se inicia en las cuencas y los valles semiáridos del centro de México entre 7 500 y 5 000 años antes de nuestra era. En ese periodo comienzan a domesticarse el fríjol, la calabaza, el huautli o alegría, el chile, el miltomate, el guaje, el aguacate y, por supuesto el maíz. El cultivo del maíz constituye el logro fundamental y queda ligado de manera indisoluble a la civilización mesoamericana. Su domesticación produjo el máximo cambio morfológico ocurrido en cualquier planta cultivada; su adaptación permitió su cultivo en una gama de climas y altitudes que es la más amplia en comparación con todas las demás plantas cultivadas de importancia. Debe recordarse que el maíz sólo sobrevive por la intervención del hombre, ya que la mazorca no dispone de ningún mecanismo para dispersar las semillas de manera natural: es, de hecho, una criatura del hombre. Del hombre mesoamericano. Y éste, a su vez, es el hombre del maíz, como lo relata poéticamente el Pop Wuj, “Libro de los Acontecimientos” de los mayas Kichés:

así fue como hallaron el alimento y fue lo que emplearon para el cuerpo de la gente construida, de la gente formada; la sangre fue líquida, la sangre de la gente, maíz empleó el Creador, el Varón Creado (...) Luego tomaron en cuenta la construcción y formación de nuestra primera madre y padre, era de maíz amarillo y blanco el cuerpo, de alimento eran las piernas y los brazos de la gente, de nuestros primeros padres; eran cuatro gentes construidas, de sólo alimento eran sus cuerpos.
(Versión de Adrián I. Chávez.)

El maíz y la propia agricultura, no adquirieron de inmediato la importancia que les estaba destinada. Sus inventores continuaron practicando la recolección y la cacería como actividades principales y usaban los productos cultivados de manera complementaria, aunque en proporción creciente. Hacia el año 3000 antes de nuestra era, los habitantes de las pequeñas aldeas que se han descubierto cerca de Tehuacan sólo obtenían el 20% de sus alimentos de las plantas cultivadas, en tanto que el 50% provenía de la recolección y el resto era producto de la caza. Sin embargo, llevaban ya una vida sedentaria, habían aumentado la variedad de cultivos e incluso criaban perros para su alimentación. Entre los años 2000 y 1500 antes de nuestra era culmina el proceso de sedentarización y los productos cultivados representan ya la mitad de la dieta. Se ha explicado este cambio por el hecho de que el rendimiento del maíz debió alcanzar la cantidad de 200 a 250 kg por hectárea, lo que ya lo hacía más redituable que la recolección. Surgen entonces las aldeas permanentes donde, además, se fabrica cerámica inventada hacia el año 2300. Puede decirse que en ese momento (1500 antes de nuestra era) da comienzo la civilización mesoamericana. Por entonces se inicia en las tierras cálidas del sur de Veracruz la cultura olmeca, considerada la cultura madre de la civilización mesoamericana.
No es este el lugar para presentar un panorama, aunque fuera muy esquemático, del desarrollo de esta civilización desde sus orígenes hasta los albores del siglo XVI. Es un proceso complejo y diversificado cuyo conocimiento se enriquece constantemente con nuevos hallazgos arqueológicos e históricos. Baste señalar que los especialistas han establecido ciertos periodos cronológicos que coinciden, en sus trazos más generales, en las distintas regiones mesoamericanas. Así, se conoce un periodo preclásico o formativo que barca del año 2000 antes de nuestra era al año 200 d.C., aproximadamente. Entre 800 y 200 a.C., ocurre el auge de la cultura olmeca, surgen probablemente las primeras inscripciones, se establece el calendario que perfeccionarán más adelante los diversos pueblos mesoamericanos y se tallan esculturas monumentales que hoy nos asombran por la calidad técnica de su factura y por su armonía plástica.
La influencia de la cultura madre se hace evidente por diversos rumbos. En el norte de Veracruz se desarrolla la cultura llamada Remojadas, cuya tradición la continuarán más tarde los totonacas; en Oaxaca da comienzo la cultura zapoteca y en la península de Yucatán, al parecer como resultado también de la influencia olmeca, se sientan las bases iniciales de lo que será la cultura maya, cuyo perfil inconfundible quedará definido al finalizar este periodo. En los valles centrales, durante la misma época, se desarrolla en ciertos sitios una agricultura intensiva que hace uso de terrazas artificiales, canales, represas y chinampas, posibles gracias al surgimiento de una forma de organización social que los arqueólogos han denominado señoríos teocráticos. Al finalizar el preclásico están sentadas las bases de la civilización mesoamericana, cuyas principales culturas cristalizarán a partir de ese momento.
Al iniciarse el periodo clásico, hacia el año 200 de nuestra era, se inicia también la cultura teotihuacana, que se expandió ampliamente durante los cinco siglos siguientes y cuya influencia posterior continúa hasta la llegada de los españoles. Teotihuacan, en el momento de su esplendor, era quizás la ciudad más poblada del mundo, gracias a la agricultura intensiva que se practicaba en los valles centrales del altiplano y a los tributos que recibía de pueblos sometidos a su hegemonía. Desde entonces, los valles centrales adquirieron la importancia que han mantenido hasta la fecha como eje político y económico de un vasto territorio que en algunas épocas rebasaba las actuales fronteras de México.
El poder de los valles centrales como punto de articulación descansaba inicialmente en el aprovechamiento óptimo de las características del medio natural, mediante el uso de tecnologías agrícolas mesoamericanas y el desarrollo de formas de organización social que permitían el control de una población numerosa y dispersa. Sin instrumentos de metal, sin arado, sin usar la rueda ni disponer de animales de tiro, se practicó una agricultura intensiva de alto rendimiento con el empleo de mano de obra relativamente reducida. Se aprovecharon los lagos de la cuenca de México para construir chinampas cuyo cultivo es de muy alta productividad; se hicieron grandes obras para impedir el paso de agua salada a los mantos de agua dulce; los propios lagos sirvieron como vías de comunicación que permitían el transporte fácil de personas y mercaderías entre muchas localidades ubicadas en la cuenca. En las laderas de las montañas que circundan el valle se acondicionaron los terrenos mediante terrazas y se construyeron canales para aprovechar mejor el agua. Por su posición geográfica, los valles centrales tuvieron la posibilidad de ser el punto de convergencia de productos que provenían de zonas climáticas muy distintas y no necesariamente muy distantes: paulatinamente se articularon nichos ecológicos diversos a través del intercambio comercial, algunas veces impuesto por la fuerza militar y el poder político correspondiente. Esa relación permanente hizo posible que una de las tradiciones culturales más importantes de la civilización mesoamericana, la del centro de México, se nutriera siempre de influencias muy diversas, incluso las que provenían de más allá de los límites septentrionales del área mesoamericana, a través del contacto con los grupos recolectores y cazadores de Aridamérica que frecuentemente penetraban hacia el sur, ora en forma pacífica, ora beligerante.
Pero no sólo el centro de México se desarrolló culturalmente aprovechando un intenso contacto con otras regiones mesoamericanas; de hecho, todas las culturas del área mantuvieron relación entre sí, directa o indirectamente. La diáspora tolteca que ocurrió a fines del siglo X de nuestra era influyó de manera notable en sitios muy distantes de las grandes ciudades de Tula, Teotihuacan o Cholula y produjo cambios trascendentes, por ejemplo, en el área maya, desde Chiapas hasta Honduras y Yucatán. Las culturas locales de pueblos que se situaban en la periferia de los centros de mayor desarrollo presentaban características que pueden relacionarse con rasgos culturales específicos de uno y otro de sus vecinos mayores; tal sucede en el caso de los itzáes que ocupan Chichén hacia el año 918 y que son chontales que provienen de las costas de Tabasco y poseen una cultura original en la que son visibles las influencias mayas y también las toltecas. El lento avance cultural de los primeros milenios se acelera a partir del momento en que la agricultura se convierte en la principal base económica y da origen a formas de vida colectiva que, dentro de la diversidad de sus rasgos peculiares, mantienen elementos comunes de civilización. El contacto intenso y prolongado entre las culturas con perfil propio que van surgiendo históricamente y entre los pueblos que las crean y desarrollan, que constituyen ya pueblos diferenciados, autónomos en algún momento, hizo posible que se consolidara la unidad de la civilización mesoamericana. Ese origen común es reconocido en muchos mitos y tradiciones de diversos pueblos; un fragmento del Pop Wu sirve de ejemplo:

¿Dónde quedó nuestra lengua? ¿Qué nos ha sucedido? Nos hemos perdido. ¿Dónde nos habrían engañado? Era una nuestra lengua cuando venimos de Tulan, sólo una era nuestra subsistencia, nuestro origen; no es bueno lo que nos ha sucedido –dijeron entonces las tribus bajo los árboles, bajo los bejucos.

La definición de Mesoamérica como una región cultural con límites y características precisas fue propuesta inicialmente por Paul Kirchhoff a partir de la distribución de un centenar de elementos culturales de muy diversa naturaleza, algunos de los cuales, aproximadamente la mitrad, estaban presentes exclusivamente en Mesoamérica (es decir, en una zona que abarca aproximadamente, al norte, desde el río Pánuco al Sinaloa pasando por el Lerma y, al sur, desde la desembocadura del Motagua hasta el golfo de Nicoya, pasando por el lago de Nicaragua), en tanto que otros aparecían también en otra o algunas otras de las áreas culturales que se reconocen en América. El estudio fundador de Kirchhoff se refería a la situación en el momento de la invasión europea y el propio autor prevé que investigaciones posteriores mostrarán variación de las fronteras mesoamericanas, especialmente en el norte, en diversas épocas del largo proceso de su desarrollo. Por supuesto, la simple presencia o ausencia de rasgos culturales tan disímiles y de significación tan diversa como “cultivo de maíz”, “uso de pelo de conejo para decorar tejidos”, “mercados especializados”, “escritura jeroglífica”, “chinampas” y “13 como número ritual”, a todas luces es insuficiente para caracterizar una civilización. Kirchhoff lo señala así y aporta otros datos y reflexiones entre los que destaca una conclusión importante que descansa en la información lingüística: la existencia de lenguas mesoamericanas cuya distribución indica, por una parte, una presencia muy antigua en este territorio y, por otra, un contacto y una relación constante entre los pueblos que hablaban esas lenguas dentro de los límites de la región. “Todo eso demuestra –señala Kirchhoff- la realidad de Mesoamérica como una región cuyos habitantes, tanto los inmigrantes muy antiguos como los relativamente recientes, se vieron unidos por una historia común que los enfrentó como un conjunto a otras tribus del continente.”
Hay, efectivamente, una relación de continuidad entre la invención del cultivo del maíz por las bandas recolectoras y cazadoras que vivían en las cuevas de Tehuacan hace 7000 años y el florecimiento de Teotihuacan a principios del siglo VII de nuestra era, igual que existe esa relación innegable entre la cultura teotihuacana y el desarrollo de las diversas culturas mesoamericanas hasta la invasión europea, independientemente que los pueblos portadores de esas culturas hablen lenguas distintas y se identifiquen con nombres diferentes. La civilización mesoamericana no es productos de la intrusión de elementos culturales foráneos, ajenos a la región, sino del desarrollo acumulado de experiencias locales, propias. Esto plantea una cuestión que surgirá intermitentemente a lo largo de esta obra: la adecuación básica de las culturas indias a las condiciones concretas en que existen los pueblos que las portan –lo que explica su diversidad- y, al mismo tiempo, la unidad que manifiestan más allá de sus particularidades y que se explica por su pertenencia a un mismo horizonte de civilización.
Otro hecho que conviene destacar es que prácticamente todo el territorio habitable estuvo habitado en algún momento del periodo precolonial. Esto significa que la civilización mesoamericana se nutre de experiencias que son resultado de enfrentar una gama variadísima de situaciones, tanto por la diversidad de los nichos ecológicos en que se dieron los desarrollos culturales locales, como por las características cambiantes de los pueblos que en muchos casos ocuparon sucesivamente esos nichos. Es sólo a partir de la invasión europea y la instauración del régimen colonial cuando el país se convierte en tierra ignota cuyos secretos y apariencias deben “descubrirse”. La mirada del colonizador ignora la ancestral mirada profunda del indio para ver y entender esta tierra, como ignora su experiencia y su memoria.
El contacto histórico incluye también a los pueblos que ocupaban territorios al norte de la frontera mesoamericana en la llamada Aridamérica. Fue una frontera inestable, fluctuante; y aunque aquellos pueblos no eran de estirpe cultural mesoamericana, su relación con la civilización del sur fue constante y no en todos los casos violenta: de hecho, algunos pueblos mesoamericanos eran en su origen recolectores y cazadores del norte que migraron y se asimilaron a la cultura agrícola y urbana de Mesoamérica. Se ha sostenido que Huitzilopochtli, el dios tutelar de los aztecas, presenta características que lo particularizan en el panteón mesoamericano precisamente porque surge en aquel pequeño grupo nómada norteño que, tras largo peregrinar, se asentó por fin en Tenochtitlan y se convirtió en el pueblo del sol. De tal manera que la distinción entre Mesoamérica y los pueblos que habitaban al norte, aunque es real y es útil para comprender la situación global del México precolonial, no debe entenderse como una barrera que aislara dos mundos radicalmente diferentes, sino como un límite variable de la zona tropical en la que las condiciones climáticas, ante todo la magnitud de la precipitación pluvial, permitían una vida dependiente de la agricultura, a partir de la tecnología disponible. Esto, naturalmente, implica diferencias en muchos órdenes de la cultura; pero no entraña aislamiento ni falta de relación cultural: la experiencia de los cazadores y recolectores del norte, no es ajena a la civilización mesoamericana.
La conformación actual de México, (su diferenciación regional; los contrastes entre norte y sur, altiplano y costas; la preeminencia de los altos valles centrales) si bien descansa en una diversidad geográfica de rotunda presencia, es ante todo el resultado de una historia cultural milenaria, cuya huella profunda no ha sido borrada por los cambios de los últimos 500 años. Ellos no niegan la trascendencia de esos cambios; solamente destaca el hecho de que las transformaciones ocurridas no son exclusivamente resultado de los procesos desencadenados a partir de la invasión europea, como si tales procesos se implantaran en un vacío cultural, sino que siempre son producto de la acción de esas fuerzas nuevas sobre conjuntos humanos que poseen una herencia cultural elaborada durante muchos siglos en esos mismos sitios, lo que les permite reaccionar a su vez en distintas formas.
Lo que importa subrayar es el hecho de que la milenaria presencia del hombre en el actual territorio mexicano produjo una civilización. Esto tiene implicaciones de profunda importancia. Por una parte, indica que las diversas culturas que existieron en el pasado precolonial y las que, transformadas, existen hoy como continuación de aquellas, tienen un origen común, son resultado de un proceso civilizatorio único, lo que les otorga unidad básica más allá de cualesquiera diferencias y particularidades. Por otra parte, al hablar de civilización se está haciendo referencia a un nivel de desarrollo cultural (en el sentido más amplio e inclusivo del término) lo suficientemente alto y complejo como para servir de base común y orientación fundamental a los proyectos históricos de todos los pueblos que comparten esa civilización. No se trata, entonces, de un simple agregado, más o menos abundante, de rasgos culturales aislados, sino de un plan general de vida que le da trascendencia y sentido a los actos del hombre, que ubica a éste de una cierta manera en relación con la naturaleza y el universo, que le da coherencia a sus propósitos y a sus valores, que le permite cambiar incesantemente según los avatares de la historia sin desvirtuar el sentido profundo de su civilización, pero sí actualizándola. Es como un marco mayor, más estable, más permanente, aunque de ninguna manera inmutable, en el que se encuadran diversas culturas y, diversas historias se hacen comprensibles. Eso, nada menos: una civilización, es lo que crearon y nos legaron cientos de generaciones sucesivas que trabajaron, pensaron y soñaron aquí durante milenios.
Los testimonios de ese largo proceso civilizatorio nos rodean por todos los rumbos: siempre tenemos frente a nosotros un vestigio material, una manera de sentir y de hacer ciertas cosas, un nombre, un alimento, un rostro, que nos reitera la continuidad dinámica de lo que aquí se ha creado a lo largo de muchos siglos. No son objetos, seres ni hechos mudos: persistimos tercamente en no escucharlos.

Texto tomado de: México Profundo. Una Civilización Negada. De Guillermo Bonfil Batalla, Ed. Grijalbo, México, 1994, pp. 24 – 32.

PRIMERA UNIDAD. CONSTRUIR SU ÁRBOL GENEALÓGICO

El alumno:
· Se Identificará y auto valorará como ser histórico.
· Manejará algunas técnicas de investigación histórica.
Aprendizaje:

El alumno realiza una serie de acciones encaminadas a la reconstrucción del conocimiento, que incluyen aprender a realizar una entrevista, buscar documentos personales, fotografías, etc., clasifique, ordene, para lo que deberá desarrollar de habilidades y aptitudes de reflexión, racionalidad, curiosidad y deseo de saber, proceder sistemático y coherente, apego a la verdad y respeto”.[1]
Se pretende así mismo que el alumno desarrolle su responsabilidad individual y su capacidad para presentar información, así como potenciar formas de trabajo en las que juegue un papel verdaderamente activo dentro del proceso de enseñanza-aprendizaje y no se quede sólo en el papel de receptor de contenidos.
En la construcción del Árbol Genealógico se proponen diversas estrategias en las que cada alumno aplique herramientas específicas del historiador, tales como: el manejo de fuentes primarias, construcción de cronologías, interpretación de imágenes y un primer acercamiento a la Historia Oral, mediante la realización de entrevistas.
Estrategia:
Los alumnos construyen su propio Árbol Genealógico a partir de un Ejercicio de Historia Oral, reuniendo documentos tales como actas de nacimiento, matrimonio, escrituras de inmuebles familiares, documentación laboral, y muy especialmente fotografías y algunos objetos que deberán aprender a interrogar como fuentes primarias de la historia.

Introducción:
Con frecuencia para los adolescentes resulta difícil asumir que son parte de la historia, en el caso de México es poco probable el poder manifestar empatía con las comunidades prehispánicas, se les puede admirar, pero no identificarse con ellas, a pesar de la frecuencia con que utilizan expresiones tales como “cuando los españoles nos conquistaron…”, más difícil aun les resulta identificarse con la juventud de la Nueva España.
Es importante como ya señalamos en los propósitos de esta Primera Unidad, el dar a los alumnos los instrumentos para problematizar su herencia cultural, valores e identidad familiar, que lo lleve posteriormente a definir valores e identidad nacional, a partir de sentir que ellos mismos son los protagonistas de la historia, pues sólo así podrán adquirir conciencia histórica lo que a su vez les permita comprometerse con la construcción de su futuro.
Material de Trabajo.
· Información familiar adquirida a partir de un ejercicio de Historia Oral.
· Diversos documentos personales y familiares de cada uno de sus parientes cercanos.
· Fotografías familiares.
· Otras imágenes relacionadas con su historia familiar.
· Cartulina, tijeras, colores.
· Otros materiales acordes a la creatividad de cada alumno.
Habilidades básicas de la disciplina:
Construir el Árbol Genealógico implica un primer acercamiento a la Historia Oral, entrevistando a una o varias personas, de su familia cercana, reuniendo documentos, fotografías y otras imágenes relacionadas con su historia familiar. Posteriormente analizar y valorar esta información para seleccionarla, clasificarla y expresar el resultado de su investigación expresándose por medio de imágenes

Realización del ejercicio.
Es importante hacer sentir al alumno que él es el centro de esta actividad, el protagonista y a partir de si mismo va a construir su Árbol Genealógico, la información deberá recabarla preguntando a sus padres, abuelos, hermanos o algún familiar cercano con el que le resulte más fácil sentarte a platicar.
Indicarle que no debe de obtener toda la información en una sola vez, para no cansar a su o sus entrevistados, es preferible, sobre todo en el caso de las personas mayores, hacer varias reuniones breves para demostrarles que realmente les interesa lo que le digan, por lo mismo cuando empiecen a platicar cosas que no les han preguntado, es conveniente dejarlos y mostrar interés, pues de ahí pueden obtener información muy importante, tanto para esta actividad, como para utilizarla posteriormente.
Mientras tanto pueden empezar a construir su Árbol Genealógico, a partir de ellos como personaje central, en seguida ascender una generación dónde se encuentran sus padres y también sus hermanos, es decir los tíos del alumno, la siguiente generación la forman los abuelos y pueden mencionar también a sus hermanos. Si es posible puedes incluir también la generación de los bisabuelos. Se les puede proporcionar como punto de partida el esquema que te presentamos en el Anexo 1.
En cuanto a su propia generación la comparten tus hermanos y los hijos de sus tíos, es decir sus primos
Es importante pedirles que traten de poner siempre la fotografía de la persona que mencionan, sugerirles que pueden escanearlas, fotocopiarlas, o si están colgadas en la pared de su casa, tomar una foto con cámara o celular pero sin usar flash para que no se refleje si están protegidas por un cristal, pero si a pesar de esto no es posible, pueden utilizar alguna otra imagen que represente a ese familiar, por ejemplo una fotografía del lugar donde vivió la mayor parte de su vida, si se dedicaba a la agricultura, fotos de los productos que cultivaba, o si tuvo un abuelo ferrocarrilero y no puede localizar su fotografía, puede representarlo con la foto de un ferrocarril de su época.
Si no tienen información de algunos miembros de su familia, o prefieren no hablar de ellos; hay que darles la facilidad de omitirlos.
Hay que insistir en que deben poner en juego su imaginación para que su árbol resulte lo más atractivo posible, ya que seguramente resultará ser un regalo personal muy valioso para alguien de quienes están incluidos en el mismo, aun que por supuesto, primero deberán exponerlo en el salón de clase y comentarlo con sus compañeros.

[1] Programas de Estudios para las asignaturas: Historia de México I y II (Tercero y cuarto semestres). Colegio de Ciencias y Humanidades Unidad Académica del Ciclo de Bachillerato, 1996, p. 36.

INTRODUCCIÓN AL CURSO 2010-2011

INTRODUCCIÓN AL CURSO 2010-2011



Tomaré como punto de partida el Programa de Historia de México I y II revisado y ajustado, actualmente en vigor, así como los Cuadernillos de Estrategias de Aprendizaje, elaborados durante el año escolar 2007-2008, por el Seminario Tlamatinime al que pertenezco

PLANEACIÓN DELCURSO.

Empezamos por tomar en cuenta que el trabajo y las responsabilidades en el aula corresponden por igual a profesores y estudiantes.

Para facilitar la planeación del curso, desde hace mas de 10 años me he incorporado a un grupo de profesores hoy continuamos trabajando con el nombre de Seminario Tlamatinime, para entre otras cosas preparar nuestros cursos, trabajando en forma colegiada en:
:Seleccionar las lecturas más adecuadas.
Proponer los recursos procedimentales (es decir las formas de realizar el trabajo) que sean útiles para el tratamiento de cada tema del programa.
Discutir sobre diversas formas de evaluación.


DESARROLLO DEL CURSO:

Como en años anteriores, parto del principio de que tres son los aspectos a considerar:
· Obtener información básica sobre los principales acontecimientos de la Historia de nuestro país desde el mundo prehispánico hasta nuestros días.
· Aprender a investigar, clasificar, depurar y analizar el material investigado; y a expresar lo aprendido correctamente, en forma oral, escrita o a través de imágenes.
· Desarrollar aptitudes para el estudio, como son: interés, colaboración, respeto, orden, solidaridad, y disciplina.

Los tres aspectos son igualmente importantes y por lo mismo se toman en cuenta, tanto para la evaluación cotidiana, como para acreditar el curso..

¿A que me comprometo?

Así pues, desde el primer día de clases les daré a conocer el Programa de la Materia y acordaré con ustedes las formas de trabajo y evaluación, esforzándome en resaltar que mi propósito es:
Abordar la materia en forma de proceso global, dinámico y crítico, evitando el enciclopedismo, es decir no quiero que aprendan datos de memoria, sino que sean capaces de razonar la información.

Integrar los conocimientos previos de los alumnos, sus aficiones e intereses para facilitar un aprendizaje creativo.

Insistir en el manejo de diversas fuentes de información, desarrollando en especial su capacidad y por lo mismo en la medida de lo posible afición por la lectura.

4. Poner especial interés a la utilización de modernas tecnologías, incluyendo el uso correcto de la Internet como fuente de investigación histórica.

5. Desarrollar su capacidad de expresión tanto oral como escrita y el uso apropiado de la imagen.

6. Realizar una evaluación integradora, sumativa de todos y cada uno de los aspectos dignos de evaluar, incluyendo la auto evaluación.